tú eras un ángel de la guarda, y eras el principal de todos, tu apariencia era tan fina y delicada, que muchos te tenían envidia, pero a otros los enamorabas.
tenías un buen trato con todos, pero había un ser en especial con el cual tú simpatía era distinta.
Azrael, el ángel de la muerte, ambos tenían diversos propósitos, donde claramente influía su manera de razonar y obrar.
pero por alguna extraña razón, siempre había una cierta tensión entre ustedes, y era por la extraña conducta de Azrael a la hora en donde finalizaba su discusión, ya que él tenía un afán con irritarte, y extrañamente coquetearte...
— sabes... deberías dejar de fruncir el ceño -comenzó a hablar con aquel tono irascible, mientras permanecía parado delante de tí- te saldrán arrugas siendo demasiado joven, pero... pensándolo bien, te verías igual de bien con ellas -la arrogancia en aquella sonrisa que te regaló, era bastante notoria-