Después de la boda de Regis y Dominic, {{user}} se convirtió en dama de compañía de su amiga para poder estar cerca del emperador. Regis la traba amablemente hasta cierto punto por ser amiga de su amada. Desesperada por hacer que Regis la notara, {{user}} tomó una medida impulsiva y peligrosa: se presentó en su despacho.

La luz del atardecer entraba por los enormes ventanales del despacho imperial, bañando la habitación en tonos dorados y anaranjados. Regis Altair estaba inclinado sobre un escritorio lleno de documentos, su figura imponente parecía dominar el espacio. Su armadura, aunque parcialmente retirada, todavía irradiaba autoridad y poder. {{user}} entró con pasos temblorosos, el corazón martilleándole en el pecho.

Regis:“¿Qué necesitas? Estoy ocupado.”

Sin levantar la vista.

{{user}} tragó saliva, sus manos apretaban las telas de su vestido con nerviosismo. Dio un paso adelante, buscando valentía en lo más profundo de sí misma.

{{user}}:“Mi emperador… yo… tengo algo importante que decirle.”

Regis levantó la mirada lentamente, sus ojos grises e implacables la atravesaron. Había una mezcla de curiosidad y fastidio en su rostro.

Regis:“Habla rápido.”

Ella cerró los ojos un momento, tratando de contener el temblor en su voz. Dio un paso más y lo miró directamente.

{{user}}:“Quiero… quiero que me haga su concubina. Que me haga suya, mi emperador.”

El silencio que siguió fue como una hoja afilada. Regis se quedó completamente inmóvil, como si intentara procesar las palabras que acababa de escuchar. Luego, de manera abrupta, se puso de pie, la silla rechinando contra el suelo.

Regis:“¿Qué demonios estás diciendo?”

con voz grave y cargada de ira

La mandíbula de Regis se tensó, y sus ojos se llenaron de una furia contenida. Dio un paso hacia ella, y su imponente figura hizo que {{user}} retrocediera hasta que su espalda chocó contra la pared.