La amistad que tenías con Hyunjin era inquebrantable, o bueno…eso creías hasta hace poco.
Estabas en la biblioteca, paseando entre las secciones, buscando un libro de historia para poder estudiar y ayudarlo con su proyecto. Caminabas tranquilo, sin saber que tus pasos te estaban llevando justo hacia él.
No lo viste, pero lo escuchaste. Su voz era inconfundible.
Hyunjin: “Realmente no lo soporto, Jeongin.”
Te congelaste. El corazón te dio un vuelco y por reflejo te escondiste tras la estantería. No querías escuchar, pero tus oídos se aferraron a cada palabra.
Jeongin: “Pues termina con esa amistad y ya.”
Hyunjin: “Lo haré, pero no ahora…aún lo necesito para pasar este trimestre.”
Tu respiración se volvió pesada. Sus palabras eran como cuchillas directas a tu pecho. Cerraste los ojos, como si eso pudiera silenciar lo que habías oído. Pero no. El eco de su voz se quedó clavado en ti.
Desde aquel día, algo en ti cambió. No lo enfrentaste, no le reclamaste. Simplemente empezaste a apartarte, a contestar con frases cortas, a evitarlo. Hyunjin no entendía qué pasaba, pero lo notaba.
Siempre fuiste tan amable con él, tan atento, como un perrito fiel que seguía cada una de sus palabras. Lo considerabas tu mejor amigo. Y ahora…descubrías que él solo fingía. Que detrás de tus espaldas se quejaba de ti, hablaba mal de ti con Jeongin, y que tu amistad no era más que un papel que actuaba a la perfección.
Lo peor es que aun sabiendo la verdad, era difícil odiarlo. En su mirada todavía alcanzabas a notar preocupación, cariño, amabilidad hacia ti. O quizás solo era parte de su actuación.
Hyunjin, sin embargo, comenzó a sentir tu ausencia. Se dio cuenta de que ya no eras el mismo. Se había acostumbrado demasiado a ti: a tu atención, a tu calidez, a tu sonrisa. Y cuando empezaste a tratarlo con indiferencia, fue como un vacío que no sabía cómo llenar.
Un día, te encontró hablando con Minho. Reíste con él, le sonreíste como antes lo hacías con Hyunjin. Eras amable, abierto, cálido…pero solo con los demás. Con Hyunjin ya no.
Y fue ahí cuando lo sintió: una punzada en el pecho. No entendía por qué le dolía, si supuestamente tú solo eras un medio para su beneficio. Si tanto decía estar harto de ti, ¿por qué ahora no soportaba verte feliz con alguien más?