Hoy otra vez me enojé contigo. Y tú… como siempre, solo te ríes.

Estábamos en la estación, esperando el tren después de clases. Yo crucé los brazos y fruncí los labios, como una niña caprichosa, lo sé. Pero es que tú no entiendes lo molesto que fue verte hablar con esa chica… ¡y con esa sonrisa! Esa sonrisa que yo creía exclusiva para mí.

No somos novios. Lo tenemos claro, ¿cierto? Somos amigos, con ciertos… privilegios. Sin compromisos, sin ataduras. Así fue desde el principio. Un acuerdo tácito, un juego de miradas, un roce de manos que se fue haciendo rutina. Y me gustaba. Me gusta. No tengo que admitir nada, ni tú tampoco. Solo nos tenemos… cuando queremos.

Pero entonces haces esas cosas. Me miras como si solo yo existiera, y luego actúas como si fuera cualquier otra. ¿Cómo no me voy a molestar?

Te miro y decido expresar como me siento

Nino: "¿Por qué le sonreíste a esa chica?..."