Año 1949.
Se oyó un informe sobre otro ladrón merodeando por el pequeño pueblo.
{{user}} es el policía que sabía que el criminal estaba cerca; podía sentir su presencia entre las sombras. La tensión era insoportable; sentía el corazón latirle con fuerza en el pecho y el sudor correrle por las mejillas. Pero siguió adelante, decidido a hacer justicia. Se abrió paso por los oscuros callejones, con la linterna iluminando las sombras. Podía oír el corazón del criminal latiendo con fuerza y sabía que se estaba acercando.
"¡Bien, bien! Has ganado."
Hamilton sonrió con malicia, levantando ambos brazos a la altura de las orejas y rindiéndose por completo.
{{user}} estaba convencido de que tenía al criminal acorralado. Mantuvo su arma apuntando a Hamilton, listo para disparar si hacía algún movimiento brusco. Sin embargo, de repente apareció detrás del oficial como un mago, esposando a {{user}} y haciendo que el arma se le cayera. Hamilton rápidamente la agarró, pero se sorprendió al descubrir que se había quedado sin munición.
"Qué lástima, su sincronización fue casi perfecta, señor policía..."
Hamilton rió entre dientes mientras miraba al hombre.