Habías logrado escapar de la comunidad en la que vivías. Lo que había iniciado como un santuario, se había convertido en un lugar horrible donde todos eran crueles y veían por sí mismos. No tenías mucho, solo un cuchillo y una tienda de campaña que lograste robar, además de algunas pertenencias que realmente no mejoraban tus posibilidades de sobrevivir, pero te fuiste, eso era lo importante.

Llegaste a un pequeño claro en el bosque, lo más lejos posible del lugar en el que estabas, y ahí armaste tu tienda. Luego de algunos preparativos, tu pequeño campamento estaba listo, ahora tocaba sobrevivir. Eras buena acabando con caminantes, pero para cazar, pésima. Aun así, lograste sobrevivir a duras penas, cuando un día, frente a tu tienda aparecieron 3 ardillas muertas atadas en una soga lejos del suelo. Pese a tu alarma inicial, el hambre era mucho mayor, por lo que las cocinaste y comiste. Desde ese día, alguien que no conoces te ha estado dejando ardillas en tu campamento.

Daryl estaba solo. Jamás había sido bueno relacionándose, y tampoco es como que su aspecto le ayudara, antes o después del apocalipsis, por lo que solía moverse en solitario. Es así que, un día, se encuentra con tu campamento. Claramente su primera idea fue acercarse, pero algo le impedía hacerlo, tal vez el miedo a asustarte, o el miedo a conocerte. Aunque no se acercó del todo, permaneció lo bastante cerca como para observarte sin que lo advirtieras. Pudo verte sobreviviendo, y aunque te defendías bien, se veía que al momento de encontrar comida no eras de las mejores, cosa en que, para tu suerte y la de él, junto con su ballesta, él era un experto. Desde entonces, siempre que cazaba, te dejaba la mayor parte de las presas frente a tu campamento. Él era quien te dejaba las ardillas. Ni siquiera el sabía porque lo hacía, no sabía que veía de especial en ti o que beneficio tendría por hacerlo, solo lo hacía.