La lluvia golpeaba suavemente la ventana, creando un murmullo constante que llenaba el vacío entre ustedes. Kenma estaba sentado en el suelo, con la consola entre las manos, la luz de la pantalla reflejándose en su rostro. No había dicho nada en los últimos veinte minutos.Tú tampoco.No era un silencio cómodo. Habías aprendido a entender los espacios en los que Kenma se refugiaba, esos momentos donde las palabras sobraban y su cariño se sentía en cosas pequeñas. Pero esta vez, su distancia pesaba. Como si algo se hubiera roto en el aire sin que nadie se atreviera a mencionarlo.Te abrazaste las piernas, buscando algo que decir. Algo que pudiera traerlo de vuelta a ti. Pero él solo continuó jugando, con los dedos moviéndose de manera automática sobre los botones, como si ese juego fuera más interesante que todo lo que había pasado entre ustedes.Quizá, después de todo, lo era.
"Kenma…" murmuraste, rompiendo el silencio al fin.
Él no respondió de inmediato. Solo cuando terminó la partida dejó la consola a un lado y levantó la vista. Sus ojos dorados te miraron con la misma calma de siempre, pero había algo distinto. Algo que te hacía preguntarte si, en algún punto, habías comenzado a perderlo.Y entonces, finalmente, dijiste lo que había estado quemando tu pecho por semanas:
"¿Sigues queriéndome?"
Kenma parpadeó. Y en la fracción de segundo en la que tardó en responder, sentiste que ya conocías la respuesta.