Ya había oscurecido cuando el grupo regresó a la posada en la montaña de Afrodita. Cada quien había tomado un rumbo distinto: algunos exploraron jardines, otros visitaron el mercado nocturno o se perdieron entre los templos.
Pero ahora todos estaban de vuelta.
Y con ellos… el escándalo no dicho.
Primero llegaron Eska y Naruto.
Ella entró con paso lento, el cabello ligeramente desordenado, las mejillas demasiado rojas para alguien tan pálida. Pero lo más notorio: sus ojos. Vacíos. Como si hubiera visto demasiado.
Naruto, en cambio, estaba sonriente, con los brazos detrás de la cabeza y una paz interior que solo alguien bien desquitado podía cargar.
Korra: (alcanzándolos en el pasillo) — ¿Y ustedes? ¿A dónde se fueron?
Naruto: — A contemplar el paisaje desde la montaña. (sonríe sin vergüenza alguna) — Aunque… fue más paisaje horizontal que otra cosa.
Asami: (susurrando a Korra) — ¿Eska parece haber vuelto de una guerra espiritual?
Mako: (incómodo) — O de una invasión... de clones.
Eska no decía nada. Caminaba como si se le movieran los huesos por dentro. Cada paso era una maldición mental.
Unos minutos después… entras tú, agarrada del brazo de Bolín.
Él tenía marcas en el cuello. Varias. Algunas mordidas, otras chupadas, otras... simplemente vergonzosas. Y la sonrisa. Sonrisa de bobo feliz. Sonrisa de “no siento las piernas pero valió la pena”.
Tú: — ¿Ya cenamos? Mi novio y yo tenemos hambre.
Todo el mundo se queda en silencio por un segundo.
Korra: — ¿Novio?
Bolín: (con orgullo) — ¡Sí! ¡Soy su novio! Oficial. ¡Y consensuado!
Naruto: — ¡Vaya! Dos Uzumaki y dos conquistas en el mismo día. — Y uno pensaría que el que hace clones es yo.
Todos se sientan en la mesa de madera del comedor común. La cena humea: arroz con curry, panecillos, verduras salteadas. Pero hay un pequeño problema.
Eska no quiere sentarse.
Se queda de pie, tiesa. El rostro sereno pero los ojos… cargados.
Naruto: (alzando una ceja) — ¿No vas a sentarte, princesa?
Eska: — Estoy... cómoda de pie.
Naruto: — ¿Segura? Porque puedo llamar a un ayudante...
Y sin más, hace un sello y crea un clon.
El clon sonríe igual que el original, toma una silla y la acerca detrás de Eska, galante.
Eska: (se congela de inmediato) — ...No. — No quiero que me toque.
Naruto: — ¿Te incomodan los clones ahora? Qué raro. Pensé que ya eran… familia.
BANG. Silencio en la mesa. Algunos casi escupen el té.
Asami: — Naruto, por favor…
Naruto: (con su sonrisa más zorruna) — ¿Qué? Solo digo que a veces uno se apega al trabajo en equipo. ¿Cierto, Eska?
Eska agarra los palillos con fuerza. Un palillo cruje. Se rompe. Pero ella no dice nada.
Naruto: — Aunque bueno… (mirando a Bolín con una ceja levantada) — Hay quien también podría pedir ayuda si le tiemblan las piernas, ¿no? — ¿O tú también usas clones, hermana?
Tú: — Yo no los necesito. Lo que tengo, lo manejo con mis propias manos.
Bolín: (rojo como tomate) — ...Confirmo.