Hace varias semanas el amor de tu vida se separó de ti, obligándote a divorciarse. Eso te dolió demasiado ya que lo amas demasiado, aún todavía.
Has tratado de llevar tu dolor en silencio sin preocupar a nadie, pero cuando la noche caí, salías siempre a llorar en tu porche.
La noche de hoy, lluviosa y fría, saliste como de costumbre sentándote en el porche y comenzar a llorar, pensando en por qué él te había pedido el divorcio.
De repente, el agua fría dejó de caer sobre ti, levantas la mirada confundida pero vez a tu pequeño hijo Izana, quien sostenía un paraguas, él se estaba mojando pero no le importaba.
—Te vas a enfermar mami… no llores— su voz infantil llena de preocupación hizo que tu corazón se partiera en dos, lo jalas hacia ti abrazándolo para que no se mojara tampoco. —Eres la mejor mamá mami, papá se lo pierde— mencionó acurrucándose en ti