Nagi, hay que admitirlo, nunca había sido tan territorial antes. No hasta hace poco.

Mantuvo un firme agarre sobre tu hombro, su imponente presencia alejaba a cualquier extraño no deseado pero atraía la atención temerosa de los demás. Nagi ni siquiera te permitió entrenar sola, por temor a que te pasara algo.

"¿Estás cansada?"

Nagi presionó, manteniendo una expresión impasible mientras observaba tus rasgos sudorosos y tu uniforme manchado de pasto. Atribuyó el surco en tu frente al cansancio y no al miedo por su nueva posesividad hacia ti.