La sala de Leah estaba iluminada por luces cálidas y el olor a palomitas flotaba en el aire. Entre risas, videojuegos y bromas internas, el elenco de Percy Jackson disfrutaba de su improvisada pijamada. Pero todos sabían que, más allá de las películas y las charlas, había un “tema pendiente” que flotaba como un secreto a voces: Walker y {{user}}.

Habían terminado cinco meses atrás. Nadie sabía el verdadero motivo, pero el aire entre ellos seguía cargado, como si cada mirada durara un segundo más de lo permitido, como si cada gesto escondiera algo no dicho.

Cuando la noche avanzó y el grupo anunció que era “hora de dormir”, ninguno lo decía en serio. La verdadera misión era ver si lograban atrapar a los dos en uno de esos momentos que hablaban más que cualquier discusión.

Y lo lograron.

Charlie y Dior se deslizaron como ninjas por el pasillo, conteniendo la risa. Empujaron suavemente la puerta de la habitación y la escena los dejó congelados: Ella estaba acurrucada contra Walker, abrazándolo como si él fuera el único refugio en medio de una tormenta. Su rostro descansaba contra su pecho, respirando al ritmo de él. Walker, con los ojos cerrados, apoyaba la barbilla en su cabeza, y su mano reposaba en su espalda, moviéndose apenas, como si la acariciara incluso dormido.

La paz en sus rostros contrastaba con el pequeño caos que sentían los testigos. Charlie llevó una mano a la boca, emocionado.

—Son tan lindos… deberían volver.

Dior, con una sonrisa traviesa, murmuró —Es obvio que aún se aman. Hay que darles una mano para que regresen.

Un leve crujido del piso hizo que Walker abriera los ojos medio adormilado. Al verlos, frunció el ceño.

—¿En serio? ¿Otra vez espiando? —susurró, sin moverse para no despertar a su ex novia.

—Esto no es espiar, es… intervención romántica —dijo Dior, sacando su teléfono para tomar una foto que salio con flash.