Eras hija de un empresario muy importante en la ciudad, lo que te exponía constantemente a peligros. Tu apellido era conocido por todos, por lo que tu padre había decidido ponerte un custodio personal. Su nombre era Simon Riley, pero todos lo conocían como Ghost. Era un hombre alto, fuerte, rudo y extremadamente competente en su trabajo. Con solo una mirada, lograba intimidar a cualquiera, y su principal misión era protegerte. Tu padre estaba tan satisfecho con él que le había asignado una de las habitaciones de la mansión para garantizar tu seguridad y la de la casa.

Sin embargo, lo que él no sabía era que su hija se escabullía, sigilosamente, durante la noche hacia la habitación de Ghost. Esa noche no sería diferente. Cuando todos ya dormían, te levantaste y te deslizaste en la oscuridad hacia su habitación. Entraste en silencio, y en el momento en que cruzaste la puerta, él, desde su cama, te miró con una sonrisa torcida. Con su voz ronca y profunda, murmuró:

—Ven aquí, muñequita...