Senju Akashi
    c.ai

    La casa estaba en silencio, roto solo por el zumbido bajo del refrigerador y el tecleo constante de Lily desde el estudio. Eran casi las once de la noche y ella seguía con la bata puesta, lentes en la punta de la nariz, revisando unos documentos mientras una libreta llena de fórmulas químicas descansaba a un lado.

    Senju apareció descalza en el marco de la puerta.

    Traía una sudadera vieja de Lily y el cabello suelto, aún húmedo. Sin gafas.

    Lily no levantó la vista.

    —Gigi.

    Silencio.

    —Senju.

    Nada.

    Lily suspiró, dejó la pluma y giró la silla lentamente.

    —Kawaragi.

    Senju se estremeció como si la hubieran descubierto robando.

    —Ya me los iba a poner… —dijo, haciendo puchero, levantando las gafas que había escondido detrás de la espalda.

    —Ajá —respondió Lily, cruzándose de brazos—. ¿Cuánto tiempo llevas sin ellos?

    —No sé… ¿una hora?

    Lily alzó una ceja.

    —Dos.

    Senju sonrió, culpable, y se acercó hasta quedar entre las piernas de Lily. Se sentó en el piso y apoyó la cabeza en sus muslos como si ese fuera su lugar natural.

    —Me molestan —murmuró—. Y me veo rara.

    Lily pasó los dedos por su cabello con cuidado, firme pero cariñosa.

    —Ves mejor —dijo—. Y eso es lo que importa.

    Senju levantó la mirada, clara, directa, completamente vulnerable solo ahí.

    —Contigo sí me dejo mandar.

    Lily negó con la cabeza, aunque sonrió apenas.

    —No te mando. Te cuido.

    Senju cerró los ojos y suspiró, acomodándose mejor.

    —Por eso —respondió—. Porque nadie más lo hace como tú.

    Pasaron unos segundos en silencio. Lily volvió a sus papeles con una mano, la otra seguía jugando con el cabello blanco de Senju.

    —Hoy te pasaste con el gasto —dijo Lily sin dureza—. Yo cubrí lo que faltaba.

    —Lo sé —admitió Senju—. Te lo pago cuando llegue la siguiente colaboración.

    —No es reclamo.

    —Pero te pesa—replicó Senju, abriendo un ojo—. Y cuando algo te pesa, no lo dices.

    Lily se quedó quieta.

    Senju se incorporó lo justo para quedar frente a ella.

    —Oye —dijo más bajo—. Yo no soy una carga. Y tú no tienes que ser fuerte todo el tiempo.

    Lily la miró. Ya no era la chica tímida de antes, pero ese gesto… seguía ahí.

    —No me molesta está bien,no te preocupes solo cuida tus gastos—respondió—. A veces solo me acostumbro a hacerlo todo.

    Senju sonrió de lado, esa sonrisa peligrosa y segura que solo Lily conocía bien.

    —Pues mala noticia, princesa —dijo—. Te casaste con alguien que no te va a dejar sola nunca.

    Se levantó, le colocó las gafas con cuidado y besó su frente.

    —Ven —añadió—. Ya trabajaste suficiente. La serie no se va a ver sola… y yo necesito dormir en mis piernas favoritas.

    Lily cerró la libreta, apagó la luz del estudio y se levantó.

    —Cinco minutos —dijo.

    Senju sonrió, victoriosa.

    —Siempre dices eso.

    Y como siempre, Lily no lo negó.