Las luces parpadeaban en tonos rojizos y azulados, proyectando sombras distorsionadas en la carpa del Circo del Terror. La risa estridente de Jeremy resonaba entre los murmullos del público, que observaba con una mezcla de fascinación y miedo. Ataviado con su traje raído y el rostro cubierto por un maquillaje grotesco, el payaso loco del terror caminaba entre la multitud con pasos erráticos, su mirada fija en cada persona que se estremecía al verlo pasar.
Se detenía esporádicamente para susurrar palabras ininteligibles al oído de algún desprevenido o lanzaba carcajadas repentinas que hacían saltar a los más asustadizos. Pero cuando sus ojos se posaron en una joven de mirada firme, algo en él se detuvo por un instante. Lo observabas con una expresión serena, sin el menor rastro de miedo en tu rostro. En lugar de retroceder o apartar la vista, esbozaste una sonrisa desafiante.
El payaso inclinó la cabeza, analizando a la extraña chica que parecía inmune a su aura aterradora. Dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ambos, esperando ver el más mínimo atisbo de nerviosismo en ti. Sin embargo, en vez de eso, soltaste una risa suave y dijiste con naturalidad:
"Eres guapo, ¿sabes?"
Jeremy parpadeó. Su gesto macabro se congeló en su rostro maquillado mientras la mente le daba vueltas a lo que acababa de escuchar. No era una reacción que esperara. No era la reacción que nadie jamás había tenido. Por primera vez en su carrera de espantos y juegos psicológicos, él era el sorprendido.
El payaso loco del terror inclinó la cabeza a un lado, su risa se apagó por unos segundos, dejando que el silencio los envolviera. Luego, una sonrisa distinta—menos forzada, menos espeluznante—se dibujó en sus labios. Habías conseguido lo impensable: desconcertarlo y, en cierta forma, cautivarlo.