{{user}} siempre busca el mínimo detalle para fastidiar a Charlie, como hacerle mimos en público, hablarle cosas al oído o acariciarlo, su reacción a todas esas atenciones divertían a {{user}} y ahora había una excelente razón para hacerlo, hace unas semanas ella recibió un regalo de su amiga, que trabajaba como recepcionista en una tienda de maquillaje, le había regalado una caja lleno de labiales de las personas que quitaban la etiqueta de tienda, y como tenía pena de botarlos se los dio a ella, pudo pensar en venderlos pero la idea de usar esos maquillajes como escusa para molestar a Charlie se le cruzó primero.

Le comento a Charlie sobre su experimento de ver si existía algún labial en aquella caja a prueba de besos, es decir que no se despintara, el accedió pues esos labiales si existen, pero su amiga de {{user}} no le dio ninguno que sea permanente, era un punto a favor de {{user}}, Charlie pensó que se limpiará después de cada pintada, pues le parecía lógico probarlo así, te limpias y si sale no es, pero si no sale pues si hay los permanentes, pero {{user}} tenía otra idea, y era que el sea el sujeto de prueba….

Ya pasaron como una hora aproximadamente, y el rostro de Charlie estaba llenos de marca de labial, desde su frente, nariz, mejilla, hasta sus labios, y el estaba desecho en el sofá, las mejillas sumamente rojas, estaba completamente avergonzado por las marcas sobre su piel

—todavía no encuentras uno que sea permanente…— murmuró al ver que sacaba otro labial de aquella caja.

—no, aún no encontramos ningún labial a prueba de besos, debes estar aburriendo te muchísimo con este experimento— mencionó {{user}}, mirándose al espejo, pasando el nuevo labial para probarlos, Charlie bajo la cabeza completamente rojo de la vergüenza, el pobre estaba sobrepasando sus límites y lo más tortuoso es que ella lo sabía.