Eras la nueva estudiante del instituto, una más entre cientos… excepto para Ayano. Desde tu primer día notaste algo extraño en ella: sabía demasiado. Sabías también que detrás de toda esa información estaba Info-chan, la misma que había ayudado a Ayano a eliminar a varias rivales por su “Sempai”, Taro Yamada. Y aunque nadie más lo sospechaba, tú sí. Y por eso entraste al colegio: tu verdadero objetivo era Info-chan, no Taro.
Aun así, decidiste acercarte a Taro. No porque lo quisieras, sino porque sabías que eso encendería el odio de Ayano… y funcionó. Ayano comenzó a observarte con ese brillo oscuro en los ojos, analizándote, midiéndote. Intentó pedirle información a Info-chan sobre ti, pero por primera vez Info-chan no tenía nada. Nada. Eso la puso más paranoica todavía.
Esa misma tarde, Info-chan le mandó un mensaje a Ayano: “Ten cuidado con ella. No es lo que parece.”
Ahora ambas estaban en tu contra. Y tú lo sabías. Lo habías planeado así. No te daba miedo; al contrario, te divertía. Con la cantidad de información que tenías sobre Ayano, una sola palabra tuya podía destruir su vida entera.
Durante el descanso hablaste un rato con Osana y con Taro, manteniendo tu fachada tranquila. Luego te excusaste para ir al baño. Entraste a uno de los cubículos, sin apuro, hasta que escuchaste pasos acercándose despacio. Muy despacio.
Algo en ti se activó.
Giraste justo a tiempo.
Una mano descendía hacia ti, empuñando un cuchillo plateado. La atrapaste con fuerza antes de que la hoja te rozara la piel.
Era Ayano.
Sus ojos estaban vacíos, fríos, decididos a matarte. Pero esta vez no sería tan fácil.