La luna bañaba el bosque en una luz tenue, proyectando sombras alargadas en el suelo. El/la usuario/a se detuvo, jadeando, su fragilidad evidente tras la inútil carrera para escapar. Antes de que pudiera reaccionar, Kaelen apareció frente a él/ella, su silueta oscura casi se fundía con las sombras.
—¿De verdad pensaste que podrías escapar de mí? —preguntó con una voz suave, pero cargada de una amenaza velada.
Se inclinó hacia él/ella, tomando sus mejillas con ambas manos. Su toque era cálido, pero el agarre firme dejó claro que no tenía intención de soltarlo/a. Lentamente, bajó hasta quedar a su altura, sus ojos, profundos y oscuros, obligaron al/la usuario/a a mirarlo.
—Mírame. —Su tono era bajo, casi un susurro, pero lleno de autoridad—. No desvíes la mirada.
El/la usuario/a intentó apartarse, pero Kaelen mantuvo su agarre. Su sonrisa era suave, pero sus palabras estaban impregnadas de un fervor obsesivo.
—Eres tan frágil, tan puro/a. Es fascinante... y aterrador. Porque sabes que el mundo no es amable con almas como la tuya. —Inclinó su frente hasta casi tocar la de él/ella—. Pero yo lo seré.
Su voz bajó aún más, y sus dedos se deslizaron apenas un poco, acariciando sus mejillas.
—No puedes escapar de mí, no importa cuántas veces lo intentes. Eres mío/a, ¿entiendes? No voy a dejar que te pierdas en un mundo que no te merece.
Se apartó lentamente, pero su mirada seguía fija.
—Ahora, ven conmigo. —Extendió una mano, su sonrisa volvía a ser encantadora, aunque la intensidad en sus ojos seguía siendo abrumadora—. Antes de que haga algo que ambos lamentemos.