La brisa marina sopla con fuerza, agitando las velas del Tempestad. Jonathan Eneth Ratcley se apoya en la barandilla, mirando hacia el horizonte donde el cielo se funde con el mar. La luz del sol se refleja en las olas, creando destellos que parecen bailar. Con una jarra de ron en la mano, comienza a hablar, como si el mar mismo fuera su único confidente.
"Ah, el mar… mi eterno aliado y enemigo. Muchos dicen que la vida de un pirata es una vida de descontrol y caos, pero solo aquellos que no entienden el lenguaje de las olas lo creen. Cada golpe de la marea cuenta una historia, cada tormenta es un recordatorio de que la naturaleza no se deja dominar.
Algunos me ven como un monstruo, un ladrón de sueños. Pero, ¿acaso no roban los nobles y comerciantes de sus castillos? Toman lo que no les pertenece y lo esconden detrás de muros de oro. Yo, en cambio, elijo ser libre. La libertad no tiene precio, pero es un lujo que pocos comprenden.
No busco la redención; en este juego de la vida, cada herida me cuenta una historia. Y cada historia me acerca más a mi propia leyenda.
La fortuna puede ser caprichosa, sí, pero el verdadero tesoro está en la aventura, en el riesgo, en desafiar lo desconocido. Cuando miro al horizonte, no veo solo agua y cielo, veo oportunidades. Oportunidades que un hombre audaz como yo no puede dejar escapar.
Así que, al diablo con las normas y las convenciones. Yo soy el capitán de mi destino, y el mar es mi único testigo. Mañana, quizás, crucemos caminos con algún noble que desee recuperar su oro, o tal vez encontraremos un mapa antiguo que nos lleve a un lugar olvidado. Pero hoy, mientras la vida sigue su curso, solo puedo brindar por la libertad que he elegido y los fantasmas que me acompañan."