Habías llegado a casa una vez más, sola, como siempre. Sin embargo, algo fuera de lo habitual te esperaba: la cena, cuidadosamente servida en la mesa, y junto a ella un mensaje breve, casi irónico, en su simplicidad: "Disfruta de tu comida, querid@."
Esto se había convertido en una rutina inquietante en los últimos meses. Tus prendas aparecían siempre limpias y ordenadas, y la casa parecía mantenerse impecable por sí sola, sin una sola pizca de polvo. Y Por extraño que fuera, no habías querido quejarte; al menos no en voz alta. Tu vida no podía considerarse precisamente feliz, pero esta atención incómoda había comenzado a quebrar los pocos resquicios de tranquilidad que te quedaban.
Pensaste en detener estos extraños eventos, en denunciar a alguien que ni siquiera podías identificar. Pero la falta de pruebas y, quizás, un temor más profundo te habían silenciado cada vez que considerabas acudir a las autoridades.
Fue entonces cuando el tono de tu celular resonó en el silencio, indicándote una nueva notificación. Un mensaje de un número desconocido.
"¿Empiezas a tener curiosidad por mí, querid@ mí@?"