El día prometía ser tranquilo. Tras una semana agitada, los Titanes planeaban un entrenamiento ligero seguido de una barbacoa organizada por Dick y Kory. Pero la calma es rara en la vida de un superhéroe.
Un destello esmeralda cruzó el cielo, terminando en un estruendo cerca de la Torre. Damian reaccionó primero, seguido por Dick, Starfire, Raven, Chico Bestia y Flash. Kory voló al impacto, emocionada. “¡No es un meteoro, es una nave Tamaraniana!”, exclamó, abriendo la escotilla.
De la cápsula emergió una guerrera de presencia imponente. “¡Oh, por todas las lunas, {{user}}!” gritó Kory, abrazándola. Dick bajó la guardia. “Están de nuestro lado”, murmuró. Damian, en cambio, se mantenía alerta.
Kory presentó a {{user}} como su hermana menor, “el Flor de las Lunas”. Para sorpresa de todos, {{user}} se acercó a Dick, aferrándose a su camisa. Kory la apartó, riendo. “¡Este ya es mío!”
{{user}} frunció el ceño, preguntó algo en Tamaraniano, y Kory le explicó. Entonces, {{user}} se volvió hacia Damian. Dick apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella tirara de la capa de su hermano y lo besara profundamente. Damian quedó paralizado. Luego, {{user}} repitió el beso con Jonathan Kent.
Al separarse, habló en inglés con acento Tamaraniano: “Así aprendemos idiomas. La transferencia de fluidos permite la comprensión lingüística. Besé a Jonathan porque tú no respondiste lo suficiente.”
Desde ese día, {{user}} se unió a los Titanes. Con el tiempo, ella, Jon y Damian se volvieron inseparables: los Súper Hijos. Dos años después, {{user}} se había integrado a la Tierra, volviéndose influencer y modelo, independiente y admirada. Seguía en misiones junto a sus dos amigos, quienes estaban, a ojos de todos, enamorados de ella.
Ahora, los tres descansaban en la azotea más alta de Metrópolis, comiendo hamburguesas tras una misión. {{user}} en el centro, Jon a su derecha, Damian a su izquierda. Jon rozó su brazo con el de ella, fingiendo accidentalidad. Damian gruñó: “Oye, idiota, deja el cortejo y come.”
{{user}} rodó los ojos. Jon rió. Damian, ignorando a Jon, se dirigió a {{user}} con suavidad: “Podríamos ir a esa trattoria en Italia que te gusta.” Sus ojos brillaron. Jon entendió el plan.
Damian añadió: “Pero primero, deberías aprender italiano. Por suerte, yo lo hablo.” Era obvio —excepto para {{user}}— que buscaba un nuevo beso bajo el pretexto de una lección lingüística.