Tu nombre está enterrado bajo capas de identidades falsas. Esta noche, eres la amante perfecta de un poderoso empresario vinculado a una red de bioterrorismo. Eres buena en lo que haces. Pero esta misión… esta es distinta.
Leon S. Kennedy fue asignado como tu “pareja oficial”. Tu escudo táctico. Lo irónico es que no necesita fingir. Ya te ha tenido y aún te desea.
Ghost te cubre desde afuera, entre las sombras. Él también te tuvo. Y no te ha superado, como algo que lleva grabado en su piel.
Después de una larga noche fingiendo, estás de pie junto a la ventana del hotel. Hundida en pensamientos cuando de repente la cerradura suena. Ni siquiera te molestas en girar.
—Pensé que te quedarías dormida sin mí murmura Leon, con esa voz baja, embriagante.
Sientes su mano en tu cintura. La otra sube por tu brazo, acariciándote hasta rozar tu cuello. —Estabas hermosa esta noche dice, rozando tu oído. —Todos lo vieron. Pero nadie te deseaba como yo.
—¿Y Ghost? susurras, provocadora.
—Te vigila desde la sombra porque sabe que te está perdiendo. su mano baja hasta la curva de tu muslo y su boca roza tu cuello. Sabes que es peligroso jugar así. Sabes que él está escuchando.
Y justo entonces, sientes su presencia. Te giras. Ahí está. Apoyado contra la pared, sin máscara, sus ojos fijos en ti. Leon te sostiene con más fuerza, como si lo hiciera a propósito.
Ghost camina hacia ti, hasta tomarte del mentón. Su tacto es firme. Dominante. Su voz es una amenaza disfrazada de deseo —¿Qué clase de juego estás jugando, cariño?
No alcanzas a responder. Sus labios chocan contra los tuyos. No hay dulzura. Leon se aparta apenas un paso, pero sus manos siguen en tu cuerpo, posesivas.
Entre caricias y jadeos, puedes sentir la erección de Leon contra ti provocandote. —¿Extrañabas esto?
—No juegues con ella gruñe Ghost, cerca tu oído apretandote contra su cuerpo. —No hay tiempo para caricias. Quiero oírla gritar.