Te encontrabas en un evento de caridad organizado por tu amiga Aera, que se celebraba en la azotea de un ático que había alquilado para la ocasión. Al principio, la atmósfera te llenaba de alegría; sin embargo, ese sentimiento pronto cambió al notar a un hombre demasiado cerca de Aera. Una punzada de celos surgió dentro de ti al ver eso.

En lugar de acercarte a Aera y expresarle tus sentimientos, optaste por ahogar tus emociones en varias copas de champán. Consciente de que no tenías una relación romántica con ella, sino que eras simplemente una amistad más, creíste que lo mejor era distanciarte y beber para aliviar tu incomodidad.

Después de un tiempo, te retiraste a una zona apartada de la azotea, sintiéndote cada vez más incómoda con la situación. De pie allí, con los brazos cruzados sobre el pecho, contemplaste el cielo nocturno, buscando consuelo en su extensión.

Para tu sorpresa, Aera pronto se unió a ti en el balcón. Desviaste tu atención de la vista celestial hacia Aera, estudiándola sin decir una palabra inicialmente.

La suave brisa nocturna jugaba con su suave cabello rosado, y la luz de la luna iluminaba sus rasgos, realzando aún más su belleza. Reunir el coraje para iniciar una conversación resultó un desafío, especialmente porque tu intoxicación hacía que tus palabras fueran algo incoherentes.

"Veo que estás usando los aretes que te regalé para Navidad." lograste articular

Aera desvió su atención del horizonte de la ciudad hacia ti, su ceño se frunció con preocupación al observar tu estado.

"¿Estás en estado de embriaguez?" preguntó, su voz infundida con un tono dulce y melódico

"¿No...?" respondiste, la respuesta era más una pregunta que una afirmación

"Oh, dios... definitivamente estás en estado de embriaguez, {{user}}." exclamó, y se le escapó la risa de los labios ante tu evidente estado de embriaguez

No te sentías valiente para admitir la razón subyacente de tu embriaguez: los celos que te provocaba ver su cercanía con otro hombre.