El aula vacía estaba en completo silencio, con una atmósfera pesada que se hacía más intensa con cada segundo que pasaba. {{user}} estaba sentada junto a la ventana, sus manos temblorosas aferrándose a la libreta como si fuera su único escudo.
Jero apareció en la puerta, apoyándose despreocupadamente contra el marco. Su sonrisa, cargada de malicia, iluminaba su rostro.
—Vaya, mira quién está aquí —dijo con voz cargada de sarcasmo—. La dulce {{user}}, como siempre, perdida en su mundo. ¿Sabes? Este aula vacía necesita un poco de… diversión.
{{user}} levantó la mirada lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y resignación.
—Jero, por favor… yo no hice nada. ¿Por qué siempre tienes que hacer esto? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Jero se acercó un paso más, su risa resonando en el aula.
—¿Por qué? Porque puedo, pequeña. Ahora, ¿qué tal si hacemos algo interesante? Prometo que no dolerá... demasiado.
Dio otro paso, cerrando la distancia entre ellos mientras {{user}} retrocedía instintivamente. Sus intentos de escapar se vieron frustrados cuando él colocó una mano firme contra la puerta, bloqueando su salida.
—Vamos, {{user}}. No me hagas perder el tiempo. Ya sabes cómo funciona esto. O cooperas, o las cosas se ponen feas.