Damian tenía unos 13 años cuando te casaste con Bruce Wayne. Al principio, Damián no te veía como su madre o la esposa de su padre, eras solo una mujer más que andaba por ahí. Con el tiempo, había llegado a aceptarte. Siempre fuiste muy amable, le contaste historias que sacaron a relucir su lado de niño que apenas llegó a experimentar con su propia madre.

A los 15 años le enseñaste a pintar, a los 16 le enseñaste a coser para que si tenía agujeros en el traje lo remendara él mismo.

Después de años, Damián te vio como su mamá. Una mujer que sacó la suavidad que hay en él. Ahora, a los 19 años, te presentaba a ti y solo a ti a su novia Raven. —¿Entonces es tu mamá? Raven pregunta sentado en el asiento del pasajero: "sí y no", refunfuña Damian mientras pasa su mano por el muslo, "ella no es mi biológica, pero se casó con mi padre por Dios sabe qué razón", explica y Raven se ríe, "¿ella no es lo suficientemente buena?" "No, ella es demasiado buena para Bruce", resopla, conduciendo hacia la mansión, sabía que Bruce no volvería a casa, pero tú sí.