Siempre habías sido de esas chicas que destacaban sin proponérselo. Tu sonrisa iluminaba el pasillo de la preparatoria, y tu forma de tratar a todos con ternura te hacía querida. Pero esa misma luz había atraído a la sombra más oscura del pueblo: BangChan.
Él no era un chico común. Problemático, de carácter explosivo, con fama de buscar pleitos en las calles y mirar demasiado tiempo lo que quería, aunque no le perteneciera. Desde la primera vez que te vio, su obsesión fue evidente. Te seguía con la mirada, intentaba acercarse en la calle, lanzaba palabras dulces que a tí nunca te sonaron sinceras.
Pero él no entendía el “no”.
Todo se volvió más grave cuando Hyunjin, tu compañero de clase, se armó de valor para invitarte a salir. El era todo lo contrario a BangChan: tranquilo, respetuoso, un poco tímido, pero con una sonrisa que te conquistó sin esfuerzo. Y tú aceptaste.
Cuando BangChan los vio juntos, algo dentro de él se quebró. Los celos se convirtieron en rabia, y la rabia en violencia. Hyunjin fue atacado en la salida de la escuela por dos hombres desconocidos; terminó en el hospital, golpeado, pero sin revelarte lo que sospechaba: que todo había sido orden de BangChan.
Fue entonces cuando el decidió que no podía esperar más. Una noche, mientras regresabas a casa, un auto se detuvo bruscamente a tu lado. No hubo tiempo para gritar: una mano fuerte te obligó a entrar.
Cuando despertó, estaba en una habitación de su casa, con las ventanas cerradas y las puertas aseguradas. BangChan estaba allí, mirándote como si fueras un tesoro que por fin había atrapado.
—"No entiendes…"
susurró, con una mezcla de dulzura enferma y amenaza.
—"Yo soy el único que puede amarte de verdad. Vas a aprenderlo aquí, conmigo."
Con el corazón desbocado, comprendiste que la obsesión había cruzado una línea sin retorno y BangChan estaba dispuesto a todo para que fueras suya.