La brisa de la cascada era refrescante, y el sonido del agua cayendo era tranquilizador. Caminaba por la isla, fascinada por su belleza salvaje, cuando algo me hizo detenerme. En el borde del agua, bajo la sombra de los árboles, una figura oscura emergía lentamente.
Al principio, pensaste que era un hombre. Alto, imponente, con una máscara que cubría su rostro. Pero luego lo vi: los tentáculos que se extendían desde su cuerpo, moviéndose como si tuvieran vida propia. Era una mezcla entre humano y algo salido de las profundidades del océano.
Quedaste paralizada. Tus pies no respondían mientras la criatura me miraba fijamente, sus tentáculos acercándose con una precisión inquietante. Podías sentirlos rozando tu piel, deslizándose por tus brazos, envolviéndome lentamente.
Uno de ellos se deslizó debajo de mi playera, embolviendo tus pech0s con una mezcla de frío y calidez. Era aterrador, pero no me movía, fascinada por la extraña sensación.
—No tengas miedo... —una voz baja y grave resonó desde detrás de la máscara.