Hyunjin tenía esa forma de tratarte cuando nadie más estaba cerca. Bajaba la voz. Se inclinaba un poco, como si le interesaras de verdad. Como si solo tú lo calmaras. Como si hubiera algo especial entre ustedes dos que él no mostraba con nadie más.

Te preguntaba cosas simples, pero con atención. “¿Estás bien?” “¿Ya comiste?” “¿Te gusta venir a este tipo de lugares?” Y tú, ingenuamente, le respondías con sinceridad, pensando que esas preguntas eran reales. Que él también lo era.

Incluso llegaste a pensar que sentía algo por ti. Te miraba con una dulzura que parecía sincera. No como el chico que conocían los demás (ruidoso, gracioso, un poco cruel), sino alguien más íntimo, más tierno. Una versión que parecía solo tuya.

Te lo creíste. ¿Cómo no hacerlo?

Por eso fuiste a la fiesta. Porque él te lo pidió. Porque te sonrió cuando te lo dijo. “Ven conmigo. Te vas a divertir.” Tú, que nunca ibas a esas cosas, aceptaste. Porque si Hyunjin te quería cerca… tal vez había una razón.

Estuviste sentada mucho rato. Observando desde lejos. Esperando. Y cuando lo viste entre la multitud, reír, moverse, ser él… algo en ti se activó. Te levantaste. Querías saludarlo. Solo eso.

Empujaste suavemente entre la gente, buscando un espacio. Pero justo cuando lo perdiste de vista, alguien te agarró fuerte de la cintura y te levantó sin decir nada.

Era él.

Ni siquiera te dio tiempo de decir su nombre.

Antes de que pudieras entender lo que estaba pasando, te lanzó al agua.

La piscina te tragó de golpe. Pataleaste. No sabías nadar. El miedo fue inmediato, real. Pero nadie se dio cuenta. Nadie se preocupó.

La gente reía. Gritaba. Grababa con sus teléfonos.

Y él…

Hyunjin se reía también.

Como si nada.

Como si todo lo que alguna vez dijo cuando estaban a solas hubiera sido solo eso: palabras. Como si tú solo fueras parte de su show. Una broma más. Una víctima disfrazada de “es solo diversión”.