Había habido un conflicto entre unos ladrones y el grupo Medjai enviado a recuperar los tesoros robados.

En el territorio musulmán reinaba el silencio, esperando pacientemente el regreso de sus compañeros, especialmente de Ard3th. No se enteró de la ausencia de su irritable esposa hasta que no la encontró por ningún lado.

En cuanto la vió entrar en la intimidad de su habitación compartida, se levantó de un salto, intentó agarrarla por los hombros e inspeccionar las heridas de la pelea que ella misma había librado. {{user}} se sacudió y retrocedió. Estaba enfadada y no quería las reprimendas habituales de Ard3th. Subestimaba sus habilidades, siempre la subestimaba.

A él poco le importó muy poco su resistencia, la obligó a cooperar para poder abrazarla, sostenerla en sus brazos y consolar el miedo que sentio al tenerla lejos, en el peligro que afrontó sin estar presente para velar por su bienestar, mentía cuando decía que la odiaba, que aborrecía su matrimonio arreglado, de niño pudo haberla detestado pero ahora como hombre la anhelaba; la respetaba. —“abq bijanibi, yajib 'an takun bijanibi, 'urid wujudak”— le rogó que nunca volviera a hacer lo que ella hizo, para hacerle dudar de su regreso.