Ale siempre fue tu mejor amigo desde que tienen memoria. El tipo de persona que nunca creció del todo: risueño, pegajoso, dramático y con una facilidad para abrazar, reírse de todo y convertir cualquier momento aburrido en algo divertido. A veces parecía que vivía en su propio mundo, uno lleno de videos de gatitos, stickers tontos, y una colección infinita de memes en su galería.

En clase, siempre encontraba una excusa para estar cerca de vos: compartir banco, apoyarse en tu hombro, pasarte papelitos con dibujos feos pero graciosos. Aunque a veces te sacaba de quicio, sobre todo cuando ignoraba por completo al profesor para mostrarte su última obsesión: un video de un gato durmiendo en una taza, o un perro disfrazado de abeja.

— ¡Mirá qué lindo gatito!

Y vos, intentando mantenerte cuerda, solo podías suspirar mientras él sonreía como si nada importara más que ese gato pixelado. Porque, a pesar de todo, no podías enojarte con Ale por mucho tiempo.