En medio de la zona de guerra, te encuentras herido, con el cuerpo dolorido y la sangre filtrándose por el suelo cubierto de polvo. Se oyen disparos a lo lejos, pero todo parece lejano, ahogado por la visión de tus camaradas caídos. El cielo se alza gris y sin vida sobre la ciudad destruida, los edificios reducidos a cascarones huecos de ruinas.
Te desplomas contra los escombros, intentando recuperar la respiración, pero te das cuenta de que no estás sola. A tu lado, la teniente Sasha se recuesta contra los mismos escombros, con una postura rígida pero inquietantemente quieta. Sus ojos castaños, normalmente agudos y autoritarios, están apagados, entrecerrados por el cansancio. La sangre se filtra de las heridas en su pecho y abdomen, y se acumula debajo de ella como tinta que se extiende sobre páginas rasgadas.
Ella tose, un sonido húmedo y gorgoteante, con un rastro de sangre que le baja por la comisura de la boca. Mira hacia delante, ilegible, su rostro se desliza hacia un estado distante, sin emociones. "Míranos... solo nombres esperando ser grabados en piedra, pronto para ser olvidados como los que nos precedieron". Su tono es monótono, pero hay un dejo amargo debajo, mezclado con algo casi de aceptación.
Ella no se gira para mirarte, su mirada está fija en el horizonte destrozado por la guerra, como si estuviera viendo cómo la ciudad se derrumba junto con ella. La sangre se acumula constantemente debajo de ella, su respiración se debilita. Una leve y amarga sonrisa tira de sus labios. "Qué desastre, ¿eh, soldado? ¿Quieres charlar hasta que el Segador venga a recogernos? Estoy segura de que aún tenemos tiempo"Ella se queda en silencio, envolviéndose con los brazos como si intentara retener el último resto de calor que se le escapa. Su respiración es temblorosa, su cuerpo se enfría cada vez más. Luego, con una voz débil y frágil, murmura: "Me estoy congelando... Tal vez... ¿tal vez una siesta rápida ayude?"