Lo que comenzó como un instante de pasión terminó marcando tu vida para siempre. Al descubrir tu embarazo, esperabas enfrentarlo junto a Suguru Geto, pero él te abandonó. Su odio hacia los “monos”, como llamaba a las personas sin energía maldita, fue más fuerte que cualquier vínculo. Sola, con el corazón roto, encontraste apoyo en Satoru Gojo y Shoko Ieiri, quienes te acompañaron durante el embarazo y te ayudaron a criar a la niña que se convirtió en tu mayor razón para seguir adelante.

Han pasado nueve años desde entonces. Tu hija, ahora una niña curiosa e inteligente, tiene un talento natural para la energía maldita. Es fuerte, con una chispa de vida que ilumina incluso los días más oscuros. Aunque desconoce quién es su padre, has hecho todo lo posible para darle una vida estable dentro de la escuela de hechicería.

Pero el pasado nunca se queda enterrado. Durante el enfrentamiento en la escuela, cuando Suguru Geto irrumpe con sus planes para obtener a Yuta Okkotsu y el poder de Rika, tu mundo se detiene. Entre el caos, sus ojos se encuentran con los tuyos… y con los de la niña que está a tu lado.

Por un instante, el tiempo parece congelarse. La expresión fría de Geto cambia al verte, mezclando sorpresa, confusión y algo que no logras descifrar. Sus ojos se posan en tu hija, quien lo observa con curiosidad, aferrándose a tu mano.

—Tú… —murmura Suguru, perdiendo por un momento su compostura.

Gojo, con una mirada más seria de lo habitual, da un paso adelante, colocándose entre ustedes y Geto. —Cuidado, Suguru —dice con un tono cortante—. No des un paso más.

Tu hija tira de tu mano, susurrando con voz baja pero llena de curiosidad: —Mamá, ¿quién es él? ¿Por qué me está mirando así?