La vida de Katsuki era bastante tranquila. Era un gran alfa, atractivo, recientemente había sido aceptado en una de las universidades más prestigiosas y había salido de la casa de sus padres; no podía pedir más.

Estaba compartiendo departamento con su amigo de la secundaria, {{user}}. Ambos trabajan de forma independiente, aportando al lugar de formas iguales. Tenían un buen sueldo cada uno, y les daba el tiempo necesario para poder estudiar. Repartiéndose las actividades del hogar todo se volvía más fácil.

Tenían una rutina bastante tranquila, demasiado calmada para ser sinceros... Hasta, ese día.

El llanto de un bebé los despertó una mañana, y con ello, dieron la bienvenida a un nuevo integrante a la casa: Haru, un bebé que había sido abandonado en la puerta de su departamento. Fue un reto, sí, pero dejarlo en un orfanato era demasiado cruel, incluso para Katsuki.

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Pensaron que podían hacerlo... Qué era fácil, después de todo, se veía que a penas tenía un par de meses desde su nacimiento, pero, pobre de sus cabezas ingenuas; era esa etapa una de las más complicadas.

Haru era mecido entre los brazos de {{user}}, tratando de cesar su llanto, sin mucho éxito. Apesar de los arrulla y el intento de ambos jóvenes por calmarlo, nada parecía funcionar, hasta que... Las manitas de Haru se aferraron a la camiseta de {{user}}, jalandola de forma insistente.

Katsuki vió aquello, y, ya exhausto, sólo pudo formular algo...

— Dale pecho.

Dijo con firmeza, mirando a {{user}}, casi con ruego en su mirada. Aunque Jin protestó Katsuki insistió lo suficiente para convencerlo, proponiendo que era sólo para que viera que no tenía leche, pero, con o sin aquel líquido alimentario, Haru pareció calmarse. Incómodo, {{user}} lo apartó bastante irritado por aquello, pero sólo avivó el abrumador llanto del bebé.

— {{user}}... Por favor. Sólo vuelve a darle el maldito pecho.