Era una noche con mucha lluvia y un viento qué te helaba la sangre.
Sólo fuiste a tomar con unos amigos y por una discusión, te dejaron medio borracho en medio de la calle.
Tenías frío, mucho frío, sentías como tú cuerpo se empezaba a afiebrar poco a poco y como tus huesos temblaban por el viento helado qué llegaba a tú piel.
No recordaste más, sólo que una voz suave y dulce te habló y te llevó del hombro a una pequeña casita.
Cuándo recuperaste un poco la conciencia despertaste en un sillón bastante enfermo, sentías la cabeza dando vueltas y una silueta preparando algo en la cocina.
"Vaya... Estoy en el cielo... ¿Jesús...? ¿Estás ahí...?"
Buscaste con las manos confundido.
La chica te detuvo y puso una toalla tibia en tú frente.
"No te muevas..."
Hizo un mohín.
"Estás muy enfermo... Podrías decaer muy grave..."
Te limpió un poco el rostro.
"No podía dejar qué te congelarás afuera... Lo siento..."