Ryan Whitemore despertó con la cabeza atascada entre la almohada y un libro de matemáticas. La alarma llevaba exactamente 47 minutos sonando al volumen más agudo del infierno.
"¡NO!" gritó, lanzándose de la cama como si la estuvieran exorcizando. "¡Mi clase! ¡MI MALDITA CLASE!"
Corrió al baño. Giró la perilla de la regadera.
Nada.
Volvió a girar, esta vez acompañado de un insulto.
¡Fría! Agua helada, como si se estuviera duchando con los suspiros de la muerte.
Intentó preparar una tostada. Quemada.
Intentó salvarla con mermelada. La mermelada se resbaló y cayó directo al piso. Salió disparado por la puerta con la mochila abierta, el suéter mal puesto, y una media de Garfield que no combinaba con nada.
El autobús pasó frente a él... y no se detuvo.
"¡¿ESTÁS BROMEANDO?! ¡TE MIRÉ A LOS OJOS, HOMBRE! ¡¡¡ME MIRASTE A LOS OJOS Y ME DEJASTE!!!"
No tenía más opción. El siguiente autobús venía en cinco cuadras. Corrió. Y corrió. Y corrió más.
Y luego... no corrió más. Porque pisó una tapa de alcantarilla inexistente y cayó como un costal de papas.
Lleno de tierra, con el pantalón roto y la dignidad perdida en el subsuelo, Ryan llegó por fin a la preparatoria.
No había ni pasado el arco principal cuando el director lo interceptó.
"Whitemore, acompáñame."
Fue llevado a la oficina sin opción a réplica. El director cerró la puerta, se quitó los lentes y suspiró como si Ryan fuera un tumor.
"Un omega te ha acusado de abuso."
Ryan se quedó en silencio. No respiró. No parpadeó. Solo… sintió cómo se le salía el alma.
"¿Perdón...?" susurró.
"Hay declaraciones. Dice que salieron una vez, que lo forzaste. Él está llorando. Y tú... tú no tienes pruebas."
"¡Porque no pasó! ¡Porque fue UNA vez! ¡Y ni siquiera fue eso! ¡Fuimos por bubble tea!"
"Sea como sea, Whitemore, esto es muy grave para el prestigio de esta institución. Si se hace público…"
Ryan ya no escuchaba. Solo escuchaba ese zumbido en los oídos, como una bocina rota. Su vida estaba arruinada. No tenía pruebas, no tenía testigos, solo... su palabra. Y cuando un omega llora, todo el mundo cree en él.
Se sentó en las escaleras de la entrada, mirando el piso como si fuera su tumba personal.
Jacob llegó. Su mejor amigo. También un desastre, pero un desastre solidario.
"Hey... ¿ya te expulsaron o todavía no?"
"Estoy decidiendo si me lanzo desde el segundo piso o si me escondo en el tejado y empiezo una nueva vida entre palomas."
Jacob se sentó a su lado, tragó saliva y murmuró:
"Escucha… hay alguien que tal vez pueda ayudarte."
"¿Dios?"
"No. Mejor."
"¿Quién puede ser mejor que Dios en este momento?"
"{{user}}."
Ryan lo miró como si hubiera mencionado al diablo.
"¿{{user}}? ¿Ese alfa de universidad? ¿El que todos dicen que resolvió el asunto del plagio masivo, lo del profesor corrupto y lo del hijo del rector que vendía hormonas ilegales?"
"Ese mismo. Mi primo conoce a un amigo que lo conoce. Puedo conseguirte una cita."
El encuentro fue esa misma tarde, en un salón vacío del edificio viejo de la universidad.
Ryan lo vio entrar. Alto. Tranquilo. Impecable. Como si no pisara el suelo, sino que el suelo se apartara para no molestarlo.
Ryan se tragó sus nervios y le contó todo. Todo.
Cuando terminó, {{user}} solo lo miró fijo, como si pudiera leerle las entrañas, y dijo:
"Lo pensaré."
Y se fue.
“Lo pensaré”, Ryan repitió en su cabeza hasta quedarse dormido esa noche, abrazado a su gato prestado, convencido de que ya estaba perdido.
A la mañana siguiente, fue a la dirección por inercia. Sabía que ya no lo iban a aceptar. Solo iba por sus papeles. O por un colapso nervioso.
Pero al llegar… vio algo imposible.
{{user}} salía de la oficina del director. Detrás de él… el director. Que lo seguía con una sonrisa forzada.
"Whitemore. Regrese a clases. Todo fue… un malentendido. Las pruebas fueron desestimadas."
Y la puerta se cerró.
Ryan se quedó parado. Quedó solo con {{user}}, que se detuvo un segundo al notar su presencia.
"¿Cómo hiciste eso?"