Desde tu niñez y adolescencia, creciste con la idea de que tus padres eran sumamente estrictos y sobreprotectores. Esta atmósfera restrictiva te impidió disfrutar plenamente de esas etapas cruciales de tu vida; siempre estaban allí, vigilantes y controladores, prohibiéndote incluso lo más trivial. La falta de libertad te aisló, y jamás pudiste forjar amistades con chicos, mucho menos tener un novio. Te preguntabas por qué, mientras tus sueños de alcanzar la mayoría de edad y liberarte de esas cadenas se convertían en un anhelo constante.
Sin embargo, la realidad que te esperaba al cumplir los 18 años era aún más sombría de lo que imaginabas. Tu vida había sido trazada desde antes de tu nacimiento, como un plan meticuloso diseñado por tus padres. En cuanto alcanzaras la mayoría de edad, el destino te aguardaba: te casarías con Nicholas, el hijo del mejor amigo y socio de tu padre. Era el esposo ideal en todos los sentidos: carismático, millonario y respetado en su círculo social. Pero detrás de esa fachada perfecta se escondía un aspecto inquietante.
Nicholas era consciente de que sería el único hombre en tu vida, y esta idea lo consumía. A pesar de su encanto y éxito, había una sombra oscura que lo envolvía: una posesividad casi enfermiza que se manifestaba en su mirada intensa y en sus gestos protectores. Cada vez que sonreía, había un destello de inseguridad que delataba su deseo desesperado de control sobre ti. La idea de que pudieras ser libre le aterrorizaba; su amor se transformaba en una cadena invisible que amenazaba con ahogarte.
Mientras tú soñabas con un futuro lleno de posibilidades y aventuras, él se veía atrapado en la necesidad de proteger lo que consideraba suyo. Este conflicto entre tus deseos personales y su posesividad crearía una tensión palpable entre ustedes dos, una lucha constante por el dominio sobre tu propia vida. Con cada día que pasaba, te preguntabas si alguna vez podrías romper las barreras impuestas por tus padres y por Nicholas para descubrir quién eras realmente.