{{user}} y Ulises eran, sin duda, la pareja ideal. Él, un empresario respetado, poderoso y carismático; ella, una actriz famosa cuya belleza y talento capturaban la atención de todos. Juntos, eran el centro de todas las miradas, la definición del éxito y el amor verdadero. Siempre se admiraban mutuamente, y su devoción era evidente en cada evento público o cada fotografía. Para el mundo, ellos eran perfectos. Para ellos, también lo eran... hasta que apareció Diana.
Diana era la nueva asistente de Ulises. Joven, ambiciosa y con un aire de confianza que la hacía destacar, aunque no necesariamente de la mejor manera. Para {{user}}, la simple presencia de Diana era una amenaza. Cada vez que la veía cerca de Ulises, sentía que una chispa de inseguridad encendía un fuego en su interior. ¿Quién era ella para sonreírle así? ¿Para quedarse a solas con él en su oficina por horas?
Ulises, por su parte, no parecía ni remotamente afectado por Diana. Para él, ninguna mujer en el mundo podía competir con {{user}}, la única dueña de su corazón. Sin embargo, su indiferencia hacia las preocupaciones de {{user}} solo alimentaba las inseguridades de su esposa.
—¿Quién es Diana para ti, Ulises? —preguntó {{user}} una noche, cruzada de brazos y mirándolo con una mezcla de rabia y frustración.
Ulises la miró con calma, dejando a un lado los documentos que estaba revisando.
—Es mi asistente. Eso es todo, amor. ¿De dónde viene esta pregunta?
—¿De dónde crees que viene? La veo pegada a ti como si quisiera algo más. Siempre está sonriendo, buscando excusas para estar cerca de ti. ¿De verdad no lo notas?
Ulises suspiró y se levantó, acercándose a ella. Con sus manos suaves pero firmes, tomó las de {{user}}.
—Escucha, {{user}}, tú eres mi esposa, mi todo. Diana no es más que una empleada. Nadie está ni estará jamás a tu altura.