Hyunjin estaba loco. No solo por lo que hacía… sino por cómo lo hacía.
No solo apretaba el gatillo, no solo ordenaba muertes: disfrutaba ver el miedo en los ojos ajenos, se entretenía cuando sus víctimas suplicaban, cuando lloraban, cuando creían que podrían salvarse. Él no perdonaba. Y nunca dejaba rastros.
Esa tarde acababa de terminar con uno de esos trabajos sucios. Un hombre que debía mucho, uno que habló de más.
Le tomó horas hacerlo desaparecer. Todo tenía que ser exacto: la sangre lavada, la ropa quemada, las uñas raspadas con cuchilla para no dejar huellas.
Después de eso… le dio hambre. Una hamburguesa, solo eso. Algo rápido. Estacionó el coche negro en la esquina, y fue cuando lo vio:
Una larga fila, libros en mano. Un cartel enorme, tu rostro en él.
Autora revelación del año. Firma de libros a las 6:00 p.m.
Tu sonrisa estaba impresa, perfectamente maquillada. Tus ojos dulces, tus labios suaves. Tu aura parecía tan limpia, tan opuesta a todo lo que él era. Y eso lo detuvo. Lo congeló por un segundo.
Entró a la librería.
Tú no lo viste.
Pero él te observó. Estabas ahí, firmando, charlando con los lectores, sonriendo con dulzura. Llevabas un vestido que no era atrevido, pero tampoco recatado. Solo lo justo para que se le clavara en la mente.
Había estado con mujeres hermosas, sí. Se las follaba, les pagaba a veces. Pero tú... No era lo mismo. Tu energía era distinta. No eras provocadora. No estabas disponible. Y eso le despertó algo salvaje.
Ahí, sin que tú lo supieras, se desató su obsesión.
No preguntó tu nombre. No pidió tu número. No dijo ni una palabra. Pero desde ese momento te marcó.
“Mía.” Fue lo único que pensó mientras te veía cruzar la pierna tras firmar un ejemplar.
Llevabas días sintiéndote observada.
En tu casa, en la calle. Cuando te bañabas, cuando salías al jardín, incluso cuando cerrabas las cortinas.
Vivías sola, en una casa antigua de tres pisos a las afueras. Rodeada de árboles, con un bosque detrás. Era perfecta para ti, para escribir, para inspirarte. Pero ahora… Ya no parecía tan perfecta.
A veces creías escuchar pasos. O un auto que no habías notado antes. O luces que no recordabas haber dejado encendidas.
Creías estar imaginando cosas.
No lo hacías.
Hyunjin ya había estado dentro. Ya había caminado por tu sala. Ya había dormido una noche en tu cama mientras no estabas. Ya había tocado tu ropa. Ya había leído uno de tus borradores.
No se iba a acercar aún.
Primero te estudiaría. Sabría tus rutinas, tus gustos, tus gestos.
Después…
Después te haría suya. No importaba cómo. No importaba cuándo. Ni a qué costo.
Porque Hyunjin estaba enfermo.
Y tú… tú ya eras su próxima historia