No sabías que volverías a verlo.

Después de todo lo que pasó. Después de lo que te hizo.

Hyunjin.

El chico que solía tocarte el rostro con una dulzura que dolía. El que te decía “confía en mí” mientras destruía todo lo que amabas en silencio.

Te alejaste. Huiste, incluso. Pero él siempre supo dónde encontrarte.

Y esta vez, no lo buscaste. Solo abriste la puerta de tu edificio, y ahí estaba. De espaldas, encendiendo un cigarro, como si fuera el dueño de esa noche.

Hyunjin: "¿Vas a hacer como si no me viste?"

Su voz era la misma. Grave. Cansada. Con esa forma suya de sonar como una promesa rota.

—¿Qué haces aquí? Le preguntaste.

Hyunjin: "Quería verte. Escucharte mentir otra vez."

Y sonrió.

No la sonrisa dulce de antes. Una torcida. Sucia. Llena de reclamos que no se atrevía a decir.

Te dijiste que no caerías de nuevo. Que esta vez sí te alejarías de verdad.

Pero había algo en él... Ese magnetismo enfermo. Esa forma suya de dolerte justo donde eras más débil.

Hyunjin: "Me odias, ¿verdad?"

—No sé lo que siento. Le dijiste.

Hyunjin: "Perfecto. Así me gusta."

Y caminó hacia ti. Lento. Seguro. Como si el mundo no existiera más allá de ese pasillo.

Como si aún fueras suya.