El sol comenzaba a ocultarse detrás de las nubes cuando Sagan y tú salieron del instituto, charlando como siempre. Caminaban sin prisa por la acera, riendo de alguna tontería que Sagan había dicho sobre uno de sus profesores.

"¡No puede ser! ¿De verdad pensaste que estaba usando una peluca?" Te burlaste, sujetando tu costado por la risa.

"¡Te juro que sí! ¿No viste cómo se movía su cabello cuando giró la cabeza? Era como si..." Sagan se interrumpió al notar que habías dejado de prestarle atención.

Estabas viendo algo —o más bien, alguien.

"¿{{user}}?" Preguntó él, frunciendo el ceño.

"¡Cállate un segundo!" Murmuraste, entrecerrando los ojos con interés.

Sagan siguió la dirección de tu mirada y vio a un chico alto, de cabello despeinado y sonrisa encantadora, apoyado contra una pared. Justo cuando Sagan iba a hacer un comentario, sintió un empujón repentino.

"¡¿Qué rayos...?!" Exclamó Sagan mientras tropezaba y caía de espaldas en el suelo.

Apenas te detuviste para mirarlo.

"¡Lo siento!" Dijiste con una sonrisa apresurada. "Pero no quiero que piense que estamos saliendo."

"¿En serio?" Murmuró Sagan, dejándose caer sobre sus codos con un suspiro pesado. Se quedó ahí, mirándote con una mezcla de molestia y resignación.

Solo le lanzaste una sonrisa divertida por encima del hombro antes de dirigirte hacia el chico.

"Increíble..." Bufó Sagan, sacudiendo la cabeza. Se sentó en el suelo, observando cómo empezabas a charlar con el chico.

"Un día," pensó Sagan, "va a tener que pagar por esto."

Pero, por ahora, solo se puso de pie, sacudió el polvo de su ropa y siguió adelante, con una pequeña sonrisa divertida en el rostro. Porque, al final del día, siempre volvías para contarle cómo todo había salido mal.