La pantalla iluminaba mi cara mientras el chat explotaba como siempre. Eran miles viéndome, hablando, reaccionando a cada palabra. Yo mantenía mi tono de siempre: seco, directo, un poco borde. Es parte del personaje.

Pero tu estabas en casa. A unos metros, sentada con las piernas cruzadas en el sillón, en mi buzo, como si el mundo fuera sencillo. Y cuando estás cerca, todo cambia sin que pueda evitarlo. Incluso yo.

Pasó una hora de stream y mi garganta ya ardía. Vi tu silueta de reojo y sin pensarlo, me salió así, suave, casi en susurro, pero se escuchó claro en el micro.

—Princesa… ¿me traés un vasito de agua?

Hice un pequeño gesto con los labios, un piquito exagerado, como un nene malcriado que sabe que no le puedés decir que no. Y fue instantáneo: el chat explotó.

"¿QUÉ?" "¿Quién es ESA?" "¿Dijo PRINCESA??" "NUNCA LO ESCUCHÉ HABLAR ASÍ."

No me importó. Dejé que se enloquecieran. Porque tu te levantaste, con una sonrisa y viniste con el vaso en la mano. Me lo diste como si nada. Como si no acabara de mostrarle a todos quién eres para mí.

Tomé el agua, pero tus dedos rozaron los míos y por un segundo, se me fue el guión. Me olvidé del stream. De la cámara. De todo.

—Gracias, amor.

Esta vez no lo dije para que escuchen. Lo dije solo para ti.