Era una fría tarde de invierno cuando Katsuki llegó corriendo al hospital, con el corazón apretado de angustia y la mente saturada de preguntas sin respuestas. Apenas la noche anterior, te había encontrado en el suelo de tu habitación, pálida y apenas consciente. Habías intentado escapar de tu dolor de la manera más irreversible, pero él, desesperado, había logrado llamar a la ambulancia justo a tiempo.
Estabas ahora en una habitación del hospital, aislada, con un par de vendajes en las muñecas y una expresión que oscilaba entre el miedo y la vergüenza. Sabías que Katsuki estaba en la sala de espera, preguntando por ti, insistiendo en verte. Pero no podías enfrentarlo. La sola idea de que él te mirara con lástima o desilusión te hacía querer hundirte aún más en tu propio vacío.
Katsuki, mientras tanto, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Se sentía impotente, culpable por no haber notado cuánto estabas sufriendo.
Después de horas de insistencia, una enfermera se apiadó de él y le permitió entrar, con la condición de que no te agobiara. Entró a la habitación con pasos lentos, su corazón latiendo con fuerza al verte ahí, tan frágil y rota. Tu, al escuchar la puerta abrirse, giraste la cabeza hacia la ventana. No querías que él te viera así.
"{{user}}…"dijo el en un susurro, acercándose con cuidado.
"No deberías estar aquí" murmuraste, sin mirarlo. Tu voz era apenas audible, cargada de lágrimas contenidas.
"No hay ningún lugar en el mundo donde prefiera estar ahora" respondió él, tomando una silla y sentándose junto a la cama.