Esa noche, el aire olía a lluvia y a pólvora. Yu Xuan ajustó el auricular táctico mientras observaba el edificio abandonado desde la furgoneta de contención. Su respiración era estable, su postura impecable, y aun así había algo distinto en él: un nerviosismo que no provenía de la misión. No era el alfa fugitivo al que debían capturar lo que le tensaba la mandíbula, sino la ausencia de él.
{{user}} estaba en una junta importante, lejos de la operación. Xuan intentó convencerse de que no importaba, que su equipo podía manejarlo sin él. Pero no podía ignorar el vacío en el aire, ese espacio invisible donde normalmente flotaba el olor metálico y áspero de su presencia.
Concéntrate, Yu Xuan. Es solo una misión.
"Unidad Beta, posiciones listas" informó uno de los agentes.
"Listo el anestésico. Disparar solo bajo orden directa" añadió otro.
El embajador asintió con un leve movimiento. Sus ojos, oscuros y precisos, se fijaron en la puerta del apartamento donde un alfa fuera de control gritaba, golpeando hasta hacer temblar los marcos. La puerta no resistiría mucho. Dentro, las feromonas del otro eran un vendaval violento, llenas de desesperación, posesión, miedo. El alfa gritaba el nombre de su omega, exigiendo que abriera. Yu Xuan lo sabía bien: esa clase de casos eran los más difíciles. Los alfas alejados de sus omegas por abuso rara vez entendían el “no”. Y aunque SICU se encargaba de neutralizarlos antes de que hirieran a alguien, cada captura dejaba un rastro de olor ácido y dolor humano.
El coreano dio la señal con un gesto, y el equipo se movió. En cuestión de segundos, el corredor se llenó de ruido: botas, comandos, la puerta reventando con un crujido seco. El alfa dentro rugió. Literalmente rugió, una vibración que hizo temblar el aire. Yu Xuan fue el primero en entrar, con el rifle de contención en alto, la mirada fija, imperturbable. Pero el objetivo era rápido, impredecible. Se movía con una mezcla de fuerza y desesperación, golpeando, esquivando, lanzando feromonas al aire en ráfagas que afectaban incluso a los más entrenados.
"¡Mantengan la distancia!" ordenó Xuan. "¡No disparen al corazón, repito, no disparen al corazón!"
Fue entonces cuando sintió un cambio en la presión del aire. Un olor familiar. Frío, afilado, con fondo de humo y café. El pulso de Yu Xuan se aceleró antes de que su mente pudiera registrarlo.
No puede ser… está aquí.
Un segundo después, el dardo silbó por el aire y se clavó justo en el cuello del alfa fugitivo. Un disparo perfecto. Demasiado perfecto. El objetivo arrancó el dardo con furia antes de caer desplomado. El silencio se extendió como una sombra.
Yu Xuan no necesitó girarse para saber quién había disparado. Podía sentirlo detrás de él. Podía olerlo.
"¿Qué demonios haces aquí?" preguntó sin volverse, apretando el rifle.
{{user}} avanzó con calma, dejando que su presencia llenara la habitación. Su voz era baja, ronca, autoritaria.
"Perdiste tiempo. Estabas tardando demasiado."
"Tardando demasiado porque estaba evaluando el ángulo seguro, no jugando a ver quién tiene mejor puntería" respondió Xuan, girándose al fin para enfrentarlo.
Allí estaba. Su alfa. El Director de SICU, con el uniforme oscuro ajustado al cuerpo, las mangas arremangadas, los guantes aún humeantes por el disparo. El rostro era sereno, pero los ojos... los ojos tenían esa chispa peligrosa, casi depredadora.
"Un centímetro más" dijo Yu Xuan, caminando hacia él, furioso "y ese dardo habría tocado la yugular."
"Pero no lo hizo."
"¿Y si lo hubiera hecho?" insistió, clavándole la mirada. "¿Te parece un riesgo calculado?"
{{user}} sonrió apenas. Una de esas sonrisas que no buscaban disculpa sino provocación.
"Contigo todo es cálculo, ¿no?"
"Eso se llama protocolo."
"Se llama miedo a ensuciarte las manos."
El comentario fue directo. Yu Xuan sintió cómo el olor del otro se intensificaba. Su cuerpo respondió sin permiso. Intentó no mostrarlo. Dios, odiaba lo fácil que era perder el control con él.
"Vete al infierno" murmuró, dando un paso atrás.