{{user}} caminaba por el pasillo, como de costumbre, saludando a todos con su sonrisa extrovertida. Sin embargo, esa mañana algo estaba diferente. Un chico nuevo estaba en su camino. Su mirada intensa la hizo sentir incómoda, algo que nunca le había pasado.
Xavi, con su expresión seria, parecía completamente perdido en el mar de estudiantes que conversaban a su alrededor. Su rostro parecía intimidante, pero algo en sus ojos decía lo contrario.
"Hola, soy {{user}}, ¿necesitas ayuda con algo?" le preguntó con una sonrisa, aunque su voz temblaba ligeramente.
Xavi la miró, un poco confundido, y luego bajó la vista. "No... no hablo mucho... idioma..." murmuró, su acento cargado de incertidumbre.
"Ah, entiendo." {{user}} asintió, tratando de no sentirse nerviosa. "No te preocupes, yo te ayudaré."
Con el tiempo, los profesores asignaron a {{user}} como encargada de ayudar a Xavi a adaptarse. Aunque al principio todo fue incómodo, pronto empezaron a entenderse con solo gestos y miradas. Xavi, aunque callado, comenzaba a relajarse en su presencia.
Un día, mientras caminaban juntos por los pasillos, Xavi, con una sonrisa juguetona, empujó levemente a {{user}} con el hombro.
"¿Qué haces?" ella preguntó, sorprendida por su acción.
Xavi levantó las cejas, casi desafiándola, como si dijera "¿No te atreves?". Ella lo miró, intentando mantener la compostura, pero una sonrisa apareció en su rostro.
"¿Te crees gracioso, eh?" dijo {{user}}, riendo levemente.
Él simplemente asintió, satisfecho con la reacción de ella.
Los días pasaron, y con cada vez más momentos juntos, comenzaron a entenderse sin palabras. Un gesto, una mirada, era todo lo que necesitaban para comunicarse. Sin embargo, algo estaba pasando: Xavi se sentía distante. No entendía por qué {{user}} estaba más callada, más apartada.
"¿Estás enojada conmigo?" preguntó Xavi un día, mientras caminaban juntos al final de clases.
Xavi la miró a los ojos, la duda evidente en su rostro. "No me gusta cuando te alejas."