El cielo estaba despejado, y las estrellas brillaban sobre los muros blancos de Auralis. La brisa nocturna movía las cortinas del balcón, donde Elyon Wyndell se encontraba solo, con una copa de vino entre los dedos.

Apoyó los antebrazos sobre la baranda de piedra, observando la ciudad que él mismo ayudó a levantar. Las luces del pueblo titilaban como luciérnagas, y los ecos de risas lejanas aún llegaban desde las calles.

Elyon (en voz baja): —Si mi padre pudiera ver esto… (Suelta una sonrisa leve.) —Probablemente diría que sigo sin saber descansar.

Suspiró, dejando la copa sobre la baranda. El reflejo de su rostro se mezcló con el vino oscuro: el mismo semblante serio que el pueblo respetaba, pero con cansancio escondido entre los ojos.

Elyon: —Rey de la Paz, ¿eh? Difícil mantenerla cuando la mitad del consejo discute por el color de los estandartes…

Soltó una risa suave, casi un suspiro divertido, mientras pasaba una mano por su cabello. El silencio volvió, pero era un silencio amable, casi familiar.

Desde el interior de la habitación, se escuchó un leve movimiento: el sonido de una puerta abriéndose y un susurro de tela. Elyon se giró, y allí estaba {{user}}, de pie en el umbral, con una expresión tranquila.

Ella no dijo nada, solo se acercó despacio. Elyon la observó acercarse, y una sonrisa real se dibujó en su rostro.

Elyon: —No puedes dormir, ¿verdad? (Una leve risa sale de él cuando ella solo lo mira.) —Tampoco yo. Parece que ni los reyes se libran del insomnio.

{{user}} se apoyó en la baranda junto a él, mirando hacia la ciudad. Elyon la observó unos segundos en silencio, y luego comentó en tono más ligero:

Elyon: —Sabes, si no encontramos pronto un heredero, empezaré a considerar coronar a Kaelen solo para molestarlo.