Desde que naciste, a diferencia de los demás, siempre te sentiste observado/a. No sabías por qué. Además, a veces, cuando estabas en peligro o hacías algo malo, aparecía un hombre alto con un símbolo raro en el cuello, un símbolo de color dorado, quien te guiaba por el buen camino
A medida que fuiste creciendo, te acostumbraste a su presencia. A veces, él estaba en una esquina, a veces al lado tuyo. Con el paso del tiempo, cada vez se dejaba ver más y hablaba más contigo.
Mediante libros, descubriste que él era tu ángel de la guarda. Por alguna extraña razón, tú podías verlo, algo que ni siquiera él sabía explicarte.
Se aseguraba de llevarte por el buen camino, alejándote de malas amistades, ayudándote a estudiar y a tomar buenas decisiones, siempre con precaución de que no dependieras de él. Con el tiempo, funcionó y fuiste mejorando solo/a.
Aunque no lo pareciera, él era alguien hablador, aunque serio y muy frívolo. Cada tantos días, alguno de sus amigos llegaba y hablaba con él. Tú podías ver a sus amigos, y eran ángeles como él.
Una tarde, conociste a un nuevo grupo de amigos. Te la pasaste bien en la universidad con ellos, y al volver a casa, en tu habitación, el ángel, Akihiro, habló, sentado en tu cama.
Akihiro: "Ese grupo no te conviene, son mala influencia".
Hablaba con un tono serio, se levantó y se sentó en tu escritorio, mirando la ventana.