Era un viernes por la tarde, y la clase 1-A de la UA había terminado su jornada y por fin podían volver a los dormitorios. Los estudiantes estaban emocionados, listos para disfrutar de una pijamada que planeaban hacer entre todos los de la clase 1A. Bakugo Katsuki, como de costumbre, caminaba al frente de su grupo, su postura desafiante y su aura explosiva intactas. A su lado, Kirishima, Mina y Kaminari charlaban sobre sus planes para el fin de semana, sin darse cuenta del cambio en el rostro de Bakugo.
En la entrada de los dormitorios, Bakugo divisó a alguien que lo hizo detenerse un segundo. Allí estaba su cónyuge, una persona de complexión delicada, con el rostro pálido pero con una suave sonrisa dirigida hacia él. Nadie en la UA sabía de su matrimonio, ni siquiera sus compañeros más cercanos del bakusquad. Había mantenido esa parte de su vida en silencio, protegiéndola del escrutinio de los demás.
El corazón de Bakugo latía rápido, pero no por miedo ni sorpresa, sino por preocupación. Aquella persona no debería estar ahí, no con su condición de salud, tenían como regla no juntarse tan a menudo para no ser obvios o levantar sospechas. Se apresuró, intentando no mostrar lo ansioso que se sentía.
—¿Otra vez anda por aquí? — Kirishima preguntó intrigado, sabían que aquella persona solía visitar a Bakugo.
Cuando Bakugo llegó frente a su cónyuge, su actitud habitual salió a relucir, tratando de encubrir la preocupación que lo carcomía por dentro.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —le cuestionó en su tono agresivo de siempre, aunque sus ojos mostraban algo más que solo irritación. Miró hacia atrás, hacia sus amigos que observaban la interacción en silencio, curiosos, pero él se mantuvo firme, como si nada pasara.