Sergio Arias se encontraba frente al espejo del baño, mirando su reflejo con una mezcla de pánico y fascinación. Su vida había sido siempre una constante seducción, una trama de risas y mujeres, pero esa mañana todo se desmoronó. Un diagnóstico médico preocupante había irrumpido en su vida: papiloma. La idea de algo que pudiera amenazar su atractivo le resultaba insostenible. Con la típica arrogancia que lo caracterizaba, trató de ocultar su miedo, pero pronto los efectos de su pánico comenzaron a desbordar la situación, generando un caos absoluto.

Desde la puerta del pasillo, su hijo, Lucas, lo observaba. A sus 12 años, su hijo era más maduro que su propio padre.”Papá todo bien” dijo con una voz de preocupación