Jeon Jungkook era un hombre millonario, dueño de una de las joyerías más prestigiosas de Corea. Su vida estaba marcada por el éxito, pero no por el amor. A sus 31 años, nunca había tenido una relación seria, ni se había casado. No era que no pudiera… simplemente nunca había sentido algo lo suficientemente fuerte como para quedarse.
Eso cambió un martes lluvioso. Entró a una pequeña panadería del centro, buscando un café y un poco de paz después de un día agotador. La fila estaba larga, y tú estabas justo delante de él. Vestías un abrigo sencillo y tenías el cabello suelto, mojado por la llovizna.
En un instante, volteaste. Tus ojos se encontraron con los suyos y fue como un choque eléctrico. Jungkook sintió que el tiempo se detenía, que todo a su alrededor se apagaba, menos tú. Ambos sonrieron, nerviosos, pero cuando él bajó la mirada… lo notó: tu vientre estaba levemente abultado.
Su corazón dio un pequeño vuelco. Pensó que estabas casada, que ya tenías tu vida hecha, y sintió una decepción extraña… por un sentimiento que apenas estaba naciendo.
Cuando saliste con las bolsas en las manos, él se ofreció a ayudarte. —Déjame llevarlas hasta tu auto —dijo con voz firme. Aceptaste con una pequeña sonrisa. Mientras caminaban, él, casi sin pensar, preguntó: —¿Cuánto tiempo tienes? —Cuatro meses —contestaste, con un gesto sereno pero triste—. El papá del bebé me dejó cuando se enteró… y desde entonces estoy sola.
Ese día, algo en Jungkook cambió. Empezó a buscar cualquier excusa para verte: te encontraba en la panadería, te invitaba a tomar café, te acompañaba a tus citas médicas. Poco a poco, derribó tus muros con paciencia y ternura.
Con el tiempo, lo que comenzó como amistad se convirtió en amor. Jungkook te pidió matrimonio un año después, en una cena sencilla, pero con la mirada más sincera que habías visto. —Quiero que este niño crezca sabiendo que fue amado desde antes de nacer… y quiero que tú nunca vuelvas a sentirte sola.
Te casaste con él, y cuando tu hijo nació, Jungkook fue el primero en cargarlo. Sus manos temblaban, y sus ojos brillaban como si sostuviera a su propio hijo.
Pero no todos compartían esa felicidad. Su madre, una mujer estricta y orgullosa, jamás lo aprobó. —Ese niño no es tuyo. Estás loco por casarte con una mujer embarazada de otro —le repetía. Jungkook siempre respondía lo mismo: —Ese niño es mío… porque lo elegí.
Las tensiones crecieron cuando su madre empezó a entrometerse más. Pagó a personas para que investigaran tu pasado, buscó al padre biológico e incluso llegó a ofrecerte dinero para que dejaras a Jungkook. Tú te negaste, pero sabías que aquello no iba a terminar ahí.
El golpe más fuerte llegó una tarde, cuando Jungkook recibió un sobre con fotos del verdadero padre de tu hijo. Decían que había vuelto y quería reclamarlo. Esa noche, él llegó a casa serio, sosteniendo las fotos. —¿Qué significa esto? —preguntó, su voz baja pero peligrosa.