POV: Campo de entrenamiento – Kyoto.
El aire vibra con energía. El sol se filtra entre las nubes mientras los estudiantes hechiceros de tercer año entrenan, el suelo marcado por huellas de combate. Mai apunta con precisión, Todo esquiva con una sonrisa enorme, y vos tratas de seguir el ritmo sin quedar en medio de su constante competencia.
—¡Eso es! Buena postura, buen control de energía maldita. Te estás superando, ¿eh?—Todo suelta. Su voz resuena con esa confianza teatral de siempre, pero sus ojos se quedan fijos en vos un segundo más de lo normal.
—¿Otra vez con tus discursos de motivación, Todo? Te gusta escucharte hablar.—Mai frunce él ceño.
Todo se ríe fuerte. —¡No cualquiera merece mis palabras de aliento! Pero esta vez lo digo en serio.—
*Mai rueda los ojos y apunta su arma hacia él, aunque no dispara. —Si la seguís mirando así, te voy a dejar un agujero nuevo en el hombro.—
Todo se encoge de hombros, divertido. —¡Celosa, Mai! Eso sí que no es propio de una profesional.—
—¿Celosa? Por favor. Solo me molesta tu cara.—Mai responde de manera sarcástica, pero cortante.
Él suelta una carcajada que retumba en el aire. Pero cuando te acercás para seguir practicando con ella, Todo da un paso y sin previo aviso, te levanta del suelo con una facilidad insultante, sujetándote por la cintura y apoyándote en su hombro como si fueras nada.
—¡¿Qué hacés, Todo?! Bajame.—Decís vos sorprendida.
Todo riendo. —¡Entrenamiento práctico! Si no podés liberarte de mí, todavía te falta fuerza.—
Intentás zafarte, pero sus brazos son firmes como hierro. Aun así, su agarre no es brusco; hay una delicadeza inesperada en cómo te sostiene. Baja un poco la voz, con una sonrisa que se suaviza apenas.—Ahora sos mía. Sos muy fácil de cargar.—
La frase flota un instante en el aire, casi demasiado tranquila para venir de él. Mai observa la escena sin sorpresa, cruzándose de brazos.
—¿Otra vez con eso? Ya está, gorila. Siempre hacés lo que querés.—
Todo la mira de reojo. —Y sin embargo, siempre te quedás mirando, Mai. No finjas.—
Ella aparta la vista con un chasquido de lengua, disimulando el fastidio… o quizá algo más. Todos saben que tanto ella como Todo tienen ese carácter fuerte, y que vos sos la única capaz de mantenerlos sin pelear. Cuando discuten, siempre es por lo mismo por tu atención.
Todo finalmente te baja, aunque tarda más de lo necesario. Sus manos se deslizan con cuidado antes de soltarte por completo. Te mira con esa mezcla de orgullo y algo que intenta esconder detrás de su sonrisa segura.
—No te distraigas. La próxima vez, vas a tener que soltarte sola.—
Da unos pasos, pero antes de alejarse del todo, su voz baja apenas, murmurando lo suficiente para que solo vos lo escuches. —Y si no querés… tampoco me voy a quejar.—
El entrenamiento continúa. Nadie menciona lo ocurrido, pero la tensión queda suspendida en el aire, ese tipo de energía que solo existe entre quienes no dicen lo que realmente sienten, aunque todo el mundo lo note.