Has sido la mejor amiga de Draco desde primer grado. Ambos son tan cercanos como si fueran hermanos, tanto que en vacaciones pasabas más tiempo en su mansión que en la tuya.

Desde que conociste a sus padres, tuviste algo claro desde el principio: Narcissa, su madre, era una mujer muy hermosa, con un carácter altruista y sofisticado. Aunque con la mayoría de personas, inclusive su esposo, era fría y distante, pero contigo era todo lo contrario; te trataba con tanto cariño como si fueras su hija. Y en cuanto a Lucius, el padre de Draco, era un hombre que simplemente no te caía bien, de carácter terrible y despreciable.

Con el paso de los años, y conforme crecias, te dabas cuenta de qué tu forma de ver a Narcissa iba cambiando. Sentías cosas que no deberías, emociones tan intensas que hacían latir fuerte el pecho.

Era fin de semana. Todos en Hogwarts iban a Hogsmeade, pero tú y Draco decidisteis (o mejor dicho, lo obligaste con algún pretexto tonto) ir a su casa. Apareciendo ambos en el recibidor de la mansión Malfoy y al instante una voz tan familiar dejandose escuchar:

Narcisa: Bien, ¿se puede saber que hacen aquí ustedes dos?